La Babel bíblica, la ciudad sitiada de La Ilíada, la polis de Las Euménides, el Bagdad de Las mil y una noches y «un lugar» de La Mancha de El Quijote; las visiones de Londres según Dickens; el París de Balzac, Baudelaire, Victor Hugo y Zola; la Lisboa de Fernando Pessoa —o de Álvaro de Campos, o de Ricardo Reis, o de Alberto Caeiro, o de Bernardo Soares—; el Buenos Aires de Borges y Cortázar, la Barcelona de Eduardo Mendoza, el Madrid de Javier Marías y el Nueva York de Paul Auster… Todas ellas nos demuestran que la ciudad —con el campo como compañero indisociable y el mar como aliado—, ha sido siempre literatura, un texto abierto e inagotable, un libro —el de Max Aub— «que se lee caminando, que se lee con los pies», y que a cada paso sobre-escribimos o re-escribimos con una nueva sensibilidad.
Pero este «libro» necesita del constante ejercicio de la escritura, y son sus habitantes los que lo hacen crecer y resplandecer; su destino solo de ellos depende: son quienes le proporcionan su identidad, definen su perfil y dibujan sus posibilidades. Un hervidero de individualidades y colectivos que ansían relatar su historia y escenificar su vida. Y es así que en 2012 extendimos una hoja en blanco sobre el territorio de la urbe, cualquiera, para que todos aquellos que tuvieran algo que aportar, decir, exponer, reclamar o simplemente contar, pudieran hacerlo y en consecuencia, emerger como protagonista indisociable de un libro llamado Mula.
Mula es una plataforma sin propiedades intelectuales, pero donde todas tienen cabida. No es de nadie y es de todos. Nuestras funciones no son otras que guiar al talento a encontrarla, posicionarse en ella y fomentar sus aptitudes y discursos; crear alianzas —en ocasiones inimaginables— y proporcionar herramientas para su supervivencia. Y una vez al año, lo celebramos en Mulafest.
En el año 2003 se estrenó el filme Dammi I Colori, en el que su autor, Anri Sala, charlaba con su su amigo y entonces Alcalde de Tirana, Edi Rama, sobre Regreso a la identidad, el proyecto con el que conseguiría devolver el espacio público de su ciudad, entonces marcada por la corrupción y la pobreza, a sus propietarios originales, los ciudadanos. Con un presupuesto mínimo comenzó las demoliciones de los edificios ilegales construidos en terrenos municipales, se proyectaron zonas verdes y, sobre todo, inició una intervención masiva en colaboración directa con la misma población y artistas locales sobre las fachadas de los edificios abandonados a la delincuencia, que fueron pintados de vivos colores cambiando para siempre el rostro de la capital albanesa. A través del Arte Urbano, Mula persigue los mismos objetivos: el reclamo de las calles para la población, y la ocupación artística de la ciudad, y hasta ahora, así hemos ayudado a subrayarlo.
La Casbah es el casco histórico de Argel, declarado «Patrimonio de la Humanidad» por la UNESCO en 1992. Sin embargo, desde hacía años se encontraba en un estado de deterioro que ocultaba la belleza y el orgullo de la historia de la ciudad. En sus días de esplendor urbanístico dio a este puerto del Mediterráneo el sobrenombre de «La Blanche [La Blanca]» por el color con que habían sido pintados sus edificios. Y fue en este elemento estético con el que el colectivo Boa Mistura trabajaron: mano a mano con los artistas locales y habitantes de la zona, hicieron que sus paredes y sus gentes no solo volviesen a brillar como antaño, sino recuperando la identidad perdida por la decadencia de los últimos tiempos. Desde Mula apoyamos la iniciativa que igualmente contó con la colaboración del Instituto Cervantes de Argel.
Ifema es el principal operador español en el sector de convenciones y uno de los más importantes de Europa. En los últimos años, fruto de la crisis y el deterioro del modelo ferial clásico, la entidad ha abierto su oferta a la organización de eventos para un público más generalista. Y así es como a inicios de 2012 se une a Mula para la celebración Mulafest. Si bien en su primera edición la cita se había centrado en actividades de carácter efímero, en la segunda, la dirección de Ifema entiende la oportunidad de acercarse de modo más directo al público joven: gracias a nuestra intermediación las fachadas y espacios exteriores son cedidos a Aryz, Boa Mistura, Herbert Baglione, Okuda, San, Sixe Paredes y Suso33, que no solo construyeron una obra —hoy su legado en la institución—, sino que elevaron un modo de vida a una dimensión desconocida en la ciudad.
Madrid Street Art Project es una asociación que pretende apoyar, poner en valor y propiciar el arte urbano a través de la organización de distintas actividades como visitas guiadas o talleres, mediando entre los creadores y los gestores de los espacios públicos, siempre con el fin de poner en valor el arte urbano y a sus creadores entre la ciudadanía. Hoy día gestionan uno de los proyectos más ambiciosos a tal respecto, Línea Zero, llevando las manifestaciones artísticas más rupturistas a distintas estaciones de metro de Madrid. La comunidad Mula dio su apoyo a un proyecto de relevancia en el conocimiento de la ciudad aportando todas sus redes de comunicación; a través de ellas, igualmente regalamos sus «safaris urbanos» o rutas turistas con las que adentrarse al gran museo que puede llegar a ser, en este caso, la urbe madrileña.
Antes de elevarlo a la categoría de arte, la danza fue, en su sentido más originario, una forma de comunicación. «Danzar» significa, ante todo, establecer un vínculo activo entre el hombre y la naturaleza, y es el primer conocimiento sintético y estético del mundo, e inmediatamente anterior al concepto de la palabra. Y es que, ya, en las sociedades primitivas era el vehículo en las que ideas y sentimientos eran transmitidos; incluso los momentos de celebración de vida y de muerte, el movimiento rítmico del cuerpo transmitía la alegría de la bienvenida y el dolor de la marcha. De tal modo es entendida desde la comunidad Mula: aunque de los sonidos de la naturaleza se pasó primero a la percusión corporal y posteriormente a los instrumentos musicales, la danza es hoy un canal por el que circula nuestro mensaje directo con el entorno, en el que Mula habla con la ciudad. Nuestra intervención ha sido la de ser un canal en el que solidificar alianzas impensables entre aquellos que querían decir algo y requerían del poder del baile para ser escuchados.
La DGT~Dirección General de Tráfico solicitaron los servicios de Idonika para la realización de su nueva campaña, cuyo objetivo era acercar a los jóvenes la relevancia de la seguridad vial. Para la realización del encargo no encontramos mejor forma que crear un puente entre la «recién nacida» comunidad Mula y la entidad: desde el comienzo creímos que la cimentación de alianzas de esta naturaleza podrían ayudar a que las partes implicadas —con no muy demasiados puntos de encuentro—, mostraran su valía y posibilidades. El resultado fue que el mismo receptor del mensaje se convirtió en emisor del mismo, y la Danza sería su vehículo de expresión: la compañía fundada por Rubén Nsué, Lokomamía, creó e interpretó la coreografía del comercial que aquel verano nos advirtió de los peligros del alcohol y las drogas al volante.
Aunque en la actualidad un genérico, en su origen, el vocablo «motocicleta» fue un nombre propio registrado en 1897 por los hermanos de origen ruso y afincados en París, Eugene y Michel Werner, quienes instalaron un motor sobre la rueda delantera de una bicicleta. Desde entonces, la historia y la cultura que rodearía al vehículo no haría más que evolucionar y, sobre todo crecer —así, en 1902 el francés Georges Gautier inventó la Scooter o en 1910 aparecerían los primeros Sidecars—. Pero uno de los hitos más relevantes se produce tras la Segunda Guerra Mundial, cuando los soldados estadounidenses, con una clara preferencia por las utilizadas en su periplo europeo, comienzan a realizar modificaciones en sus Harley-Davidson o Indian: nacía Motocicleta Custom. Aunque existen otros muchos capítulos, lo que verdaderamente se convertiría en denominador común sería la camaradería que aquellos soldados retornados del frente anhelaban; y eso es lo que Mula quiere contar y alentar: la importancia del camino y la compañía en el viaje sobre ruedas.
En la primera edición de Lisboa Art & Moto se dieron cita las grandes vertientes, directas o indirectas, de los amantes del motor: durante dos días, en la capital portuguesa convivieron los representantes del Vintage, Cafe Racer o el Custom con las artes visuales, la literatura o la música. Posteriormente, el encuentro pudo ser revivido a través de la exposición celebrada en una de las librerías más emblemáticas de la ciudad lisboeta, Ler Devagar, donde artistas españoles y portugueses realizaron todo una crónica del acontecimiento. La comunidad Mula no solo dio su apoyo en la promoción del recién inaugurado evento a través de sus canales de comunicación, sino que una gran parte de sus representantes realizaron el camino que unió Madrid con Lisboa para estar allí y celebrar todo un estilo de vida. Sin duda, debíamos estar allí.