Se venía venir

No. 01/15

Tanto si eres espectador como si eres organizador, el resultado siempre es el mismo: tras el cierre de sus puertas ya estás pensando en el que está por venir.

Sí, es cierto, el festival está de moda; y no porque el concepto en si mismo proponga algo novedoso si no, y más bien, porque desde siempre hemos sentido esa irracional fascinación por disfrutar saltando y sudando con especímenes como nosotros, viviendo cada instante como si fuera el último.

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Sónar, Barcelona

Dicen que el susodicho fenómeno se veía venir, aunque en lo que a mi respecta, francamente, no tenía ni idea. Solo es ahora, y echando la vista atrás, que soy consciente de cuando comenzó todo, al menos para mí. Corrían los primeros años de la década de los noventa y mis padres se habían marchado de viaje dejándome lo que por aquellos tiempos consideraba un auténtico tesoro, las llaves de la casa. Por supuesto que decidí compartir esta primera gran victoria para cualquier adolescente con mis amigos y convoqué la gran fiesta.

Todos los preparativos estaban bajo mi entera gestión y supervisión. Había decidido cobrar entrada para comprar bebida y pagar a las DJs —entonces «pinchadiscos»—, y establecí una gran red de comunicación —ahora las redes sociales— entre todos aquellos amigos que, ya que no tenían un duro para la entrada, por lo menos prometían traer a más gente. Desde luego, la gran gesta estaba controlada. Sin embargo, y con todo preparado, sucedió el inevitable imprevisto en cualquier evento y al que hay que ponerle solución si no quieres tirar todos tus esfuerzos por la borda: mis padres volvieron sin avisar. Debo de decir que la fiesta fue memorable, tanto o más que mi deportación a los tiempos oscuros de castigo.

Pero en cualquier caso, desde aquella primera vez no he dejado de asistir a otros tantos eventos y festivales, y curiosamente, lo que empezó como una afición terminó por convertirse en una dedicación, en lo que hoy día es mi profesión.

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Maxidrom Music Festival, Moscú

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Maxidrom Music Festival, Moscú

Por todo ello, creo estar en en disposición de hablar desde ambos lados de la barrera, desde la experiencia acumulada tanto como audiencia como organizador. Siendo espectador, sí, he vivido esos momentos de euforia, y me he agarrado a ellos como si fueran mi ultimo suspiro. Siendo organizador, desde luego que he pasado por instantes únicos: la velocidad en la que todo se sucede, que por supuesto aumenta a medida que se acerca la apertura, y entonces, el día que se abren las puertas ya no hay vuelta atrás, aprietas los puños tensando tus nudillos que empiece el espectáculo que es ver como el público se divierte y disfruta todo que para él has organizado.

Quizás, lo más duro de este espejismo catártico es que, tras quemar calorías como si estuvieras haciendo un triatlón, tras meses de expectativas y de dudas de si será esto o aquello lo correcto, tras poco más de 48 horas, todo se acaba y después solo queda un extraño vacío… Aunque para todo mal siempre hay una cura, y en este caso, la mía, es empezar a pensar en el que está por venir.