Las administraciones no solo dibujan el espacio público, deben además dotarlos de vida propiciando su ocupación a través de la celebración de encuentros ciudadanos.
Nuestras ciudades, más o menos grandes o pequeñas, se componen de algo que es mucho más importante que sus edificios, calles o plazas. Son los ciudadanos que las habitan, los hombres y mujeres que cada día acuden a ellas para trabajar y los visitantes que eventualmente las recorren, los que les confieren su verdadera identidad.
Elmgreen&Dragset: Powerless Structure, Fig. 101, 2012. The Fourth Plinth~Trafalgar Square, Londres
El ambiente que se respira en urbes como Venecia, Londres o Singapur, no se define exclusivamente por el hecho de tener siglos de historia, ser un centro financiero de relevancia mundial o estar rodeadas por el mar, sino por el resultado de la interacción entre los grupos de personas que las ocupan y las dotan de vida.
Una pieza fundamental de este puzzle es el urbanismo. Y es por ello que resulta imprescindible que las administraciones públicas creen espacios que puedan facilitar el encuentro entre individuos donde mezclarse, comunicarse, compartir tiempo de simple divertimento o dispersión. Pero una planificación urbana adecuada, aun siendo necesaria, todavía no es suficiente; aún haría falta el gran acto de colmarla de contenido. Y es aquí donde esas mismas administraciones pueden llegar a jugar el papel fundamental. Ya sea asegurándose de que su normativa, además de garantizar la coexistencia pacífica y sostenible de todos, no ahoga la práctica de determinadas actividades saludables; o simplemente promocionando la ciudad a través de ciertas celebraciones colectivas y públicas, estarán favoreciendo que los vecinos se conozcan e interactúan en nuevos contextos, además de propiciando el encuentro con sus visitantes.
Ron Mueck: Boy, 1999. Plateau of Humankind, La Biennale di Venezia, 2001. Venecia, Italia
Carsten Höller: Golden Mirror Carousel, 2014. NGV~National Gallery of Victoria, Melbourne
Podría citar muchos ejemplos, sin embargo, quisiera centrarme en MULAcity, la Semana de la Cultura Urbana que recientemente tuvo lugar en el municipio madrileño de Getafe y de cuya organización he sido parte activa. El encuentro, promovido por Ifema y el Ayuntamiento de la misma ciudad, congregó a artistas urbanos, bboyers, ilustradores, practicantes del BMX, el Skate o el Street Work-Out, y a otros tantos profesionales y colectivos que podrían proporcionar a cualquier metropolis las cualidades pertinentes para convertirse en verdadero hervidero. Ellos, ya fuera practicando deporte en el mismo espacio público o simplemente embelleciéndolo con su arte, no solo dieron a conocer durante seis días sus aficiones y modos de vida, sino que disfrutaron con los vecinos y curiosos que allí se acercaron, de la ocupación del espacio público. Todos los allí presentes, incluido yo, descubrimos algo nuevo; en mi caso, mi sorpresa se condensó en una simple cinta elástica que permite ejercitar la concentración y el equilibrio, el Slackline, terminantemente prohibido en Madrid pero que incrementa practicantes y adeptos en lugares tan cercanos como Barcelona o tan lejanos como San Diego. ¿Hemos quizá perdido la oportunidad de dotar de energía y espectáculo los espacios públicos madrileños?
En definitiva, la celebración de encuentros ciudadanos en forma bien de exhibiciones bien de mercados, no sólo puede servir para dinamizar una área en decadencia o atraer un mayor número de turistas durante unos pocos días, sino que, y sobre todo, contribuye a facilitar el conocimiento entre vecinos y la amplificación de sus intereses, y que terminarán enriqueciendo y renovando la personalidad de una ciudad.