La id·eal ciudad global

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En la carrera por ser una gran metrópolis de su tiempo, tan solo un obstáculo puede hacer retroceder a una ciudad hasta el punto de salida: olvidarse de aquello que la diferencia.

En un mundo globalizado, las ciudades se erigen como nuevos centros de decisión y principales catalizadores del desarrollo social. Son las ciudades las que pugnan por albergar grandes eventos, captar inversiones, importar talento o incrementar su flujo de visitantes; en definitiva, por ser más competitivas a escala internacional. Pero no solo rivalizan, también ejercen el poder de la colaboración: muchas son las ocasiones en las que su fuerza y relevancia viene determinada por la capacidad de generar vínculos con otras urbes y tejer una red de ciudades, organismos internacionales o agentes sociales en las que encontrar el apoyo necesario que las complemente y las haga progresar.

Lucien Baylac: Vista panorámica de la Exposición Universal de París, 1900. Library of Congress, Washington DC

El conjunto de ciudades globales lo constituyen las más avanzadas y complejas metrópolis del siglo xxi, y para pertenecer a él deberán cumplirse con una serie de requisitos:

  • ser conocida y familiar internacionalmente;
  • influenciar y participar en grandes eventos internacionales;
  • ser centro de «connurbación» con una población lo suficientemente extensa en el área metropolitana con la multiculturalidad como principal característica;
  • poseer un avanzado sistema de transporte que la conecte tanto dentro como fuera de sus fronteras;
  • disfrutar de avanzadas infraestructuras en el campo de las telecomunicaciones.
  • de una identidad cultural propia como reflejo del cuidado y la conservación de su patrimonio;
  • de un significativo centro económico o «ciudad de negocios»;
  • de una buena calidad de vida;
  • de servicios eficientes y sostenibles;
  • y gozar de un sólido espíritu emprendedor.

A estas grandes urbes del mundo desarrollado se unen aquellas otras enormemente atractivas por el potencial de crecimiento que las economías emergentes ofrecen, y que completan un entorno caracterizado por la progresiva competitividad.

Tate Modern & London Millennium, Londres

Vista panorámica de São Paulo, Brasil

En este contexto cambiante, las ciudades, al igual que las empresas, deben esforzarse hoy por atraer el capital, el talento y los recursos humanos necesarios que aseguren, con un crecimiento equilibrado y sostenible a largo plazo, el incremento del nivel de vida y el perfeccionamiento de los servicios a la ciudadanía.

Es así como las ciudades han pasado de jugar un papel reactivo a necesitar desarrollar otro mucho más pro-activo. No es suficiente con poseer valores y ventajas más competitivos que los de otras urbes, sino que deben transmitir cuáles son sus atractivos y características diferenciales, aquello que las hace únicas. En algunos casos será por su patrimonio cultural, en otros por su tejido económico o incluso el carácter de su gente, pero sea cual sea su rasgo distintivo, la ciudad global ideal debe ser, ante todo, diferente al resto.

Encontrar el foco de diferenciación, lo que realmente hace especial y único a un territorio y la sociedad que lo habita, debe ser el primer paso a dar en la carrera por el posicionamiento internacional, aunque, seguramente, sea también el más difícil.