Las ciudades del futuro son las que, sin imposiciones, ofrecen a sus visitantes las herramientas para la construcción de esa otra vida que imaginan.
Mi hija de 6 años, cuando se enfada, insiste en que quiere cambiar de vida y marcharse a otro país; tener otros padres, conocer nuevos amigos, y hacerse pintora, pero no de las que venden sus obras sino de aquellas otras que prefieren quedárselas para su disfrute personal.
Cao Fei: RMB City, 2007–11. Second Life: «ciudad-laboratorio en el mundo virtual de Second Life para la realización de experimentos sobre arte, arquitectura, cine, diseño, economía, literatura, política y mucho más»
Ese territorio imaginario, ese lugar en el que todo puede comenzar de nuevo, rehacerse, reinventarse; donde las ramificaciones de cada individuo pueden florecer y dar frutos; ese paraíso soñado es el lugar común de espíritus jóvenes e inconformistas con la realidad provista por otros. Y en ese afán por ser el arquitecto de uno mismo y sus circunstancias —pensemos en Second Life o The Sims—, surge la inevitable necesidad de emigrar a ese otro espacio que es punto de encuentro de almas sedientas de realización, «lugar de oportunidades» y catapulta para la redefinición de todas y cada una de las individualidades.
Las ciudades del futuro son aquellas que brindan a sus visitantes la posibilidad de construir la vida que imaginan dentro de sus límites físicos: en ella encuentran todos los ingredientes tanto para cubrir sus necesidades como para hacer realidad sus aspiraciones. No necesariamente para residir en ella, sino, y aun más, para que la simple visita sea suficiente para volver a verse, para encontrar energía y recuperar aquella primigenia confianza en que todo lo que se alcance a imaginar es posible…, porque siempre hay un lugar donde los sueños toman forma tangible.
Ciudades en las que aquellos servicios básicos que definen la vida de cualquier sociedad occidental tal y como la conocemos hoy, se complementan con otra oferta, genuina y personalizada, que escapa a los estándares de la mercadotecnia y se adapta más a las pulsiones y necesidades de los individuos que las emprenden, que a una realidad estereotipada y propia de cualquier manual de Marketing.
Ciudades que no «persiguen» al visitante con el objetivo de integrarlo en su cultura, sino que acogen su peculiaridad y la suman a su carácter, y no por una decisión deliberada sino por la propia dinámica de crecimiento que la define. Comunidades difícilmente clasificables por responder a tantas preguntas como se puedan plantear y permitir deshacerse y recomponerse cuantas veces haga falta.
EA~Electornic Arts: «Open for Business», The Sims 2, 2006. The Sims
EA~Electornic Arts: «University Life», The Sims 3, 2013. The Sims
Todo se hace claro y transparente, en cualquier parte. Sus establecimientos no son solo bares, oficinas, restaurantes o salas de exposiciones, sino espacios plurales, multifuncionales. Allí se habla de «espacios gastronómicos», «centros culturales» o «lugares de trabajo», porque los límites se desdibujan y, de pronto, no solo se acude a compartir una comida, sino a aprender, a trabajar, a descansar. Allí todo está en un mismo lugar o, tal y como los conocíamos, se nos aparecen en combinatorias inimaginables.
Se trata de ciudades que se van forjando poco a poco como reflejo de la ilusión y la energía de quienes la habitan y la visitan con el afán de encontrar un espacio existencial, vocacional y profesional hecho a medida.
Y, de la misma manera, la ciudad termina aprehendiendo ese espíritu y lo insufla al incauto visitante que, sin esperar ni buscar nada, se acerca a conocerla.