Celebración en 360 grados

No. 01/15

Los festivales se han convertido en poderosas herramientas de comunicación e intercambio creativo que traspasan ya las fronteras que dibujan sus recintos.

La creación contemporánea pasa por dos estratos bien distinguidos: el compartir y el celebrar. En esto ya se presupone gran parte del proceso creativo del mismo objeto artístico, sea del género que sea, musical, performativo o pictórico. Pero el hecho de dar a conocer, de festejar con otros, y comunicar el conocimiento y los procesos de trabajo a un grupo de personas, es la novedad más ansiosa que vive el arte de vanguardia actual. Y digo «ansiosa» porque se ha pasado de interpretar ante un foro, a hacerlo ante millones de personas sentadas en el sofá de sus casas gracias a las redes sociales.

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Doug Aitken: Sleepwalkers, 2007. Creative Time & MoMA~The Museum of Modern Art, Nueva York

Es la idea del nuevo festival, que apremia a las ciudades a no excusarse en su uso, disfrute y manipulación, y que lleva a celebrarlos incluso para los que no van, pues los hashtags permiten que los vivas sin vivirlos.

Los festivales se han convertido en poderosas herramientas de comunicación creativa, de intercambio social, incluso más allá de las propias fronteras que configuran sus recintos. Ellos son los que han modificado la forma de trabajar de muchas instituciones hasta el punto de modernizarlas, empujándolas a una re-definición de lo que entendíamos como perimetral y físico. Y esto es bueno, pues un festival se vive desde antes de cortar su entrada, con meses de antelación al anuncio de la banda, la compañía teatral o el artista que encabezará su cartel.

Anti Sala: Unravel Ravel, 2013. Pabellón de Francia, La Biennale di Venezia, Venecia, Italia

Anti Sala: Unravel Ravel, 2013. Pabellón de Francia, La Biennale di Venezia, Venecia, Italia

Pensemos por ejemplo en las dos últimas ediciones del SOS 4.8—Estrella de Levante, en las que se ha producido un punto de inflexión sin precedentes que parece apuntar hacia una nueva concepción de los festivales de música que se celebran en el territorio nacional. Se fichó a Iván López Munuera para dirigir la sección de artes visuales de un evento puramente musical, y entonces los representantes de los distintos medios parecían estar más interesados en las conferencias e intervenciones artísticas solo expuestas durante los dos días del encuentro que en las propias bandas.

Quizá sea exagerada esta sentencia, pero sí puede que sea el momento de reivindicar los festivales de música como los lugares idóneos en los que situar la creación plástica al servicio de un público masivo. Munuera, en su primer año como director artístico, 2014, contó con creadores como Jorge López Conde, Equipo Palomar o Humberto Vélez, quienes, entre otros tantos, compartieron el espacio ideado por C+ Arquitectos, el grupo dirigido por Nerea Calvillo. La música, las artes visuales, la arquitectura y las redes sociales se sucedieron mientras el resto del público bailaba con Damon Albarn, Pet Shop Boys o The Prodigy. Y esto es el «festival 360 grados», el que celebra y comparte, sea la disciplina que sea.