Teatro del mundo

Hortense Archambault

Redonda, todo en curvas, en círculos, en esfera; la ciudad ideal posee la belleza del florecimiento. Cuadrada, todo en líneas; la ciudad ideal hecha de trazos de perspectivas. Triangular, todo en puntas; la ciudad idead se elaborada con «ángulos» de vista. Todos los caminos y y rutas de la ciudad ideal llevan de manera más o menos directa a su centro. Allí, hay un «teatro», abierto noche y día. Y es que la ciudad ideal vela por el montaje diario de una representación del mundo, la suya, para compartirla. Esto parece simple, pero no lo es. El «teatro» permite a la ciudad ideal reconectarse con su origen griego y la democracia.

Franz Hogenberg: «Mapa de Avignon», en Civitates Orbis Terrarum, ca. 1575. George Braun & Frans Hogenberg, Zúrich.

Franz Hogenberg: «Mapa de Avignon», en Civitates Orbis Terrarum, ca. 1575. George Braun & Frans Hogenberg, Zúrich

«Era verdad; siempre me ha gustado el desierto. Puede uno sentarse en una duna, nada se ve, nada se oye y sin embargo, algo resplandece en el silencio…»
El principito, Antoine de Saint-Exupéry

«Actúa en tu lugar, piensa con el mundo.»
—Edouard Glissant

Redonda, todo en curvas, en círculos, en esfera; la ciudad ideal posee la belleza del florecimiento. Está hecha de la sucesión de historias, de las huellas que éstas han dejado tras de sí; que a menudo surgen de forma fortuita, involuntaria; de armonías que se liberan en las colisiones entre el tiempo y la materia. Su arquitectura es ingeniosa, dúctil y sorprendente. Está viva, reinventándose sin cesar para adaptarse a los usos que estén por llegar.

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Olafur Eliasson: The Weather Project, 2003. Tate Modern: Turbine Hall, Londres

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Michael Nyman: Man and Boy—Dada, 2004. Almeida Theatre, Londres

Cuadrada, todo en líneas; la ciudad ideal hecha de trazos de perspectivas. Se dota de reglas que regularmente sus habitantes cuestionan; y vuelven a cuestionarse a través de una democracia participativa en constante renovación, basada en la representatividad de ciudadanos electos que trabajaban al lado de los que les escogen. Así se pude enfrentar a asuntos como la pobreza o la exclusión —no está indefensa—. Cede un lugar a cada uno de sus habitantes y deja espacios libres para que, un día, puedan llenarse; que en esta espera lenta, permanecen como lugares imaginarios donde desarrollar utopías, el tiempo de un instante, el del tiempo necesario para el recorrido de nuestras pisadas.

Triangular, todo en puntas; la ciudad idead se elaborada con «ángulos» de vista. Ofrece esquinas en las que meditar, que protegen una creación urbana efímera; donde pararse, reencontrarse. Abierta, atravesada por caminos y encrucijadas. Postula la igualdad de sus habitantes como un horizonte en perpetuo movimiento. Permite que la extrañeza pueda ser cotidiana.

Todos los caminos y y rutas de la ciudad ideal llevan de manera más o menos directa a su centro. Allí, hay un «teatro», abierto noche y día. Y es que la ciudad ideal vela por el montaje diario de una representación del mundo, la suya, para compartirla. Esto parece simple, pero no lo es. El «teatro» permite a la ciudad ideal reconectarse con su origen griego y la democracia.

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Donmar Warehouse Theatre, Londres

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Peter Brook: Mahabharata, 1987. Theatre des Bouffes du Nord, París

El «teatro» es un gran espacio, constituido por diferentes salas con capacidades muy variables. Es un lugar donde puede reunirse la muchedumbre, pero también donde se celebran conversaciones íntimas. Es una fábrica para espectáculos, estrechamente ligada a la creación contemporánea y al ejercicio de los espectadores, donde se aúnan los movimientos de formación popular y las vanguardias artísticas. Laboratorio de nuevas formas tanto sobre el escenario como en la platea; donde se imprime la historia de aquel teatro público profundamente marcado por la utopía emancipadora del arte; que se apoya en la fuerza simbólica de su programación artística. Piensa en dos direcciones, la que lleva a los artistas y la que guía al público. Es un lugar coherente, articulado y libre, que permite tanto experimentar nuevas maneras de crear como originales formas de abordar la obra. Naturalmente el encuentro de todos los habitantes de la ciudad ideal sucede allí, en el seno del «teatro» habitado, para cuyo acontecimiento se preparan su extensión y circulación internas. Es el corazón de la ciudad, el lugar del pueblo y para su entendimiento.

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Palacio Papal: La Cour d’Honneur, Avignon, Francia

Hay espacios dedicados a la creación, secretos y relativamente protegidos del exterior; otros, contiguos a éstos, son los de las escuela de la mirada, lugar de palabras, transmisión, sitio de trabajo, confrontación… todo a la vez. Artistas y espectadores circulan en orden, mezclados o separados, según lo que allí quieran hacer. Allí no se trata de comulgar en torno a obras de arte, sino de construir un lugar común en la que cohabitan las individualidades, las capacidades de cada uno de los ciudadanos que comparten una experiencia estética que les enfrente a sus diferencias a fin de reducirlas, limarlas. La ciudad ideal es necesariamente compleja, de fricción, de diferentes culturas, de generaciones en conflicto. Pero en el corazón, a través de la catarsis, se presenta como posibilidad vivir la contradicción con dulzura, más allá de la violencia, siempre pasada pero asumida.

La ciudad ideal se abre al mar, hacia un horizonte infinito de colores cambiantes en el cual la tierra y el cielo se reúnen.