Periferia, entre ninguna parte

Álvaro Siza Vieira

En la década de los noventa se hablaba de los límites de la urbe como lugares de libertad para los arquitectos en los que proponer soluciones innovadoras vinculadas a una idea territorial más amplia en vez de a la construcción masiva de arquitecturas autónomas. Pero las periferias parecen haber supuesto la destrucción del paisaje existente a cambio de nada: entender la periferia hoy como un lugar de transición entre lo agrícola y lo urbano, y proyectar sobre ella con unas intenciones específicamente asociadas al paisaje, es ciertamente difícil. Podemos decir que el problema de raíz es el desequilibrio entre la identidad del territorio y la forma de crecimiento de la ciudad.

Europa, Mar Mediterráneo, 23 diciembre 2012. Suomi NPP Salellite, NASA

Es habitual que en determinados momentos exista un asunto que resulte prioritario frente a otros, y en el ejercicio de la arquitectura esto no es diferente. Puede decirse así que las décadas de los setenta y ochenta, y con la reconstrucción de las ciudades tras la Segunda Guerra Mundial, el debate se centró en el crecimiento de la ciudad y la preservación de los centros históricos. Posteriormente, los años noventa trajeron una preocupación por el paisaje que en la actualidad parece haber declinado en eso que llaman «la cuestión medioambiental». Sin embargo, no siempre estos debates parecen alcanzar el éxito suficiente como para establecer bases sólidas según el territorio donde se desarrollen. Del mismo modo que la destrucción resultante de la contienda bélica no permitió generar discursos serios acerca de la conservación de los núcleos urbanos, llegando incluso a la aplicación de soluciones más destructivas que la guerra misma, el acercamiento hacía el paisaje y el medioambiente parecen llevar el mismo camino.

Sobre los escombros de la maltratada Berlín, un padre lleva a casa un paquete de alimentos que aliviará las necesidades de su familia mientras esperan tiempos mejores, agosto 1945

El director de propaganda Heinz Grunewald, el alcalde de Dresden Walter Weidauer y el arquitecto de la ciudad Dr. C. Herbert revisando unos planos, marzo 1947

El problema del medioambiente es un asunto central en el planeamiento urbanístico desde siempre, pero la sensibilidad hacia estas cuestiones no se ha producido por igual en todos los países. En España y Portugal, por ejemplo, estos intereses son más tardíos y parecen no haberse planteado en todas sus posibilidades, y aunque se habla mucho de ello y de todo lo que le rodea, suena más como un fondo musical carente de verdadero compromiso: parecen estar más presentes en los discursos políticos que en la acción diaria, y detrás de todas estas declaraciones existen indicios que albergan el oportunismo y las ideas preconcebidas. Urge hacer énfasis sobre dichas problemáticas que desde luego traspasan la acción de la arquitectura misma.

Podemos decir que el problema de raíz es el desequilibrio entre la identidad del territorio y la forma de crecimiento de la ciudad. En los años noventa se hablaba de los límites de la urbe como lugares de libertad para los arquitectos, dónde proponer soluciones innovadoras vinculadas a una idea territorial más amplia que a la construcción masiva de arquitecturas autónomas, pero desgraciadamente las periferias han supuesto la destrucción del paisaje existente a cambio de nada. Hoy día, entender la periferia como un lugar de transición entre lo agrícola y lo urbano, entre lo industrial y la ciudad, y realizar proyectos sobre ella con unas intenciones específicamente asociadas al paisaje, es ciertamente difícil salvo casos excepcionales, y su éxito dependería de la capacidad de poder abarcar multitud de cuestiones tales como aquellas relacionas con el territorio y con los grandes cambios demográficos de la población.

Oporto, Portugal

Oporto, Portugal

Hay además demasiados obstáculos de carácter administrativo que favorecen una masiva ocupación de la periferia sin atender a las especificidades del territorio. Pensemos en el paradójico caso de Oporto, un ejemplo próximo y que conozco bien: el casco histórico está despoblándose progresivamente, hay calles enteras con edificios abandonados y de mucha calidad que podrían volver a ser utilizados; mientras, en la periferia se construye de manera desorbitada. No hay interés por recuperar el casco histórico porque sencillamente hay una inseguridad manifiesta para el promotor que encuentra más cómodo y sencillo trabajar en la periferia. ¿Por qué sucede esto? En gran parte, la situación está provocada por las administraciones que favorecen la recalificación de los suelos del extrarradio para generar nuevas tasas, de manera que cuanto mayor sea el edificio permitido mayores serán los impuestos recaudados. Esta situación semeja difícil de frenar y es de consecuencias dramáticas para el futuro. La periferia se ha convertido en un medio de subsistencia de los ayuntamientos cuando en realidad deberían ser lugares tratados en equilibrio con el centro histórico.

El problema radica en que simultáneamente al abandono de la agricultura en los bordes de las ciudades, se ha producido un interés especulativo que sólo atiende a cuestiones relacionadas con la explotación inmobiliaria del suelo. Y es que la destrucción del paisaje nace vinculada a la decadencia de la agricultura. Podemos decir que la actividad agrícola es la generadora del paisaje, el problema proviene del abandono progresivo de esta actividad y como consecuencia la dificultad para mantener el paisaje de una forma natural. En Suiza, por ejemplo, el gobierno es consciente de esta circunstancia y ha llegado a financiar la explotación agrícola del suelo a fin de garantizar la calidad del medioambiente. Escenas frecuentes de bosques incendiados en España, Grecia y Portugal son una muestra evidente del abandono del medio y de la pérdida de relación natural del hombre con la tierra, que en definitiva es lo que configura el paisaje.

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Viñedos de Adega Mayor en Campo Maior. Bodega obra de Álvaro Siza Vieira. Alentejo, Portugal

He pensado en esto muchas veces, y sobre todo al sobre-volar en avión cualquier país. En España, sin ir más lejos, se observa una organización del territorio con núcleos muy definidos y concentrados junto a un paisaje agrícola muy extenso; en Portugal, sin embargo, se produce una dispersión de los núcleos edificados con una ocupación muy fragmentada del suelo, lo que conduce a una mayor destrucción del paisaje. Desde luego, parece necesario la puesta en marcha de proyectos de re-equilibrio del territorio, que valoren lo que está sucediendo en los centros históricos y las expectativas de su crecimiento exterior, y siempre en beneficio del futuro de la ciudad y su paisaje, que son, en definitiva, la misma cosa.