El 70% de la producción mundial de alimentos depende de pequeñas explotaciones agrícolas de carácter familiar, tanto en los países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo. Proteger sus derechos parecería primordial para erradicar el hambre y garantizar la seguridad alimentaria y una nutrición adecuada, sin embargo, existe el convencimiento generalizado de que estas granjas son improductivas: se afirma que la eficiencia y la productividad en la agricultura sólo se consiguen consolidando la tierra, utilizando una tecnología avanzada, invirtiendo en irrigación a gran escala y fertilización masiva, y fomentando el monocultivo en grandes extensiones.
Mar Mediterráneo, Mar Negro, 23 december 2012. Suomi NPP Salellite, NASA
Dado que más del 70% de la producción mundial de alimentos depende de los agricultores familiares, este tipo de agricultura representa la mayor parte del sector, tanto en los países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo. La mayoría de estos granjeros posee menos de dos hectáreas de tierra y sólo cultiva una pequeña parte de la tierra cultivable del planeta. Proteger sus derechos es primordial para erradicar el hambre y garantizar la seguridad alimentaria y una nutrición adecuada.
Existen aproximadamente 500 millones de granjas familiares en todo el mundo, muchas de las cuales se enfrentan a nuevos retos que están minando la producción agrícola, incluyendo la erosión del suelo, la creciente escasez de agua, la deforestación, el cambio climático, la globalización del sector alimentario y la progresiva expansión del monocultivo para exportaciones y grandes corporaciones. La agricultura familiar se basa en la tradición y forma el tejido social de muchas sociedades que juegan un papel decisivo en la protección de la biodiversidad mundial y en la promoción del uso sostenible de los recursos naturales.
Las mujeres, que suman aproximadamente el 43% de la mano de obra agrícola en los países en vías de desarrollo, cumplen un papel crucial en la mejora de la seguridad alimentaria y en la nutrición doméstica, así como en el aumento de la producción agrícola, y debemos hacer los máximos esfuerzos para garantizar que se les otorga los mismos derechos y el acceso a los recursos necesarios que sus homólogos masculinos.
Granjas y granjeros de India, 2015. Fotografía: Kannan Muthuraman
Granjero de India, 2015. Fotografía: Kannan Muthuraman
Y lo cierto es que, gran parte de la política agrícola está convencida de que las granjas pequeñas son improductivas. Se afirma que la eficiencia y la productividad en la agricultura sólo se consiguen consolidando la tierra, utilizando una tecnología avanzada, invirtiendo en irrigación a gran escala y en fertilización masiva, y fomentando el monocultivo en granjas de grandes dimensiones.
Cincuenta años después de haber aplicado prácticas a escala global, esta máxima de sabiduría convencional sobre la agricultura está siendo cuestionada ahora más que nunca. El simple hecho de aumentar la pila de alimentos o el de promover los monocultivos no acabarán con el hambre ni la malnutrición. La eficiencia y una política agrícola basada sólo en la cantidad podrían resolver un problema de hambre agudo durante cierto tiempo, pero no pueden erradicar el hambre crónico y oculto para siempre, y mucho menos tender hacia un uso sostenible de los recursos, la seguridad alimentaria, y la justicia social y económica en un mundo lleno de dramáticas desigualdades.
El mundo está cada vez más hambriento y malnutrido porque los pequeños granjeros están perdiendo el acceso a las tierras de cultivo. Según un nuevo reportaje de GRAIN, Hungry for Land, los pequeños agricultores producen la mayor parte de los alimentos del mundo, pero ahora se encuentran apretados en menos del 25% de la tierra cultivable del globo: «Una mayoría aplastante de las familias agrícolas de hoy tiene menos de dos hectáreas para cultivar, y esa proporción está menguando. Las granjas corporativas y comerciales, las grandes operaciones de biocombustible y los especuladores de tierra están echando a millones de personas de sus tierras.» El informe asegura que los pequeños granjeros podrían alimentar a las nueve billones de personas que se espera habiten el planeta en el 2050, siempre y cuando cuenten con tierra, apoyo, participación en la toma de decisiones, y poder económico y tecnológico. Pero el actual sistema de alimentación global no está pensado para apoyarlos ni están diseñados para alimentar a la mayoría de las personas, sino más bien para proporcionar combustibles y alimentos para los mercados occidentales.
Granjera de Kenia
Granjera de Liberia
Afortunadamente, en los últimos años el importante papel que juegan los pequeños agricultores en relación a la seguridad alimentaria está siendo finalmente reconocido en los Estados Unidos y en Europa. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación, FAO, celebró el año 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar.
Hasta en los Estados Unidos, donde predominan las agroindustrias globales, el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos —USDA, por sus siglas en inglés— ha emprendido diversas iniciativas de apoyo a los sistemas alimentarios locales y regionales. Know Your Farmers, Know Your Food Initiative coordina la política gubernamental, los recursos y los esfuerzos participativos relacionados con los sistemas alimentarios locales y regionales.
Además del alto valor nutritivo y del uso reducido de combustibles fósiles, el movimiento «alimentación local» está creando un nuevo y emocionante laboratorio para la innovación agrícola desde Oregón hasta Vermont. Incluso la agricultura de pequeña escala se está volviendo rentable, y las recientes crisis financieras están llevando a muchos jóvenes norteamericanos a regresar a la vida rural ante las dificultades para encontrar trabajo y vivienda en las ciudades. El sector rural produce alimentos. En un mundo sostenible, los sectores rurales y urbanos deben apoyarse mutuamente. Con la modernidad y la industrialización, las zonas urbanas experimentaron un crecimiento sin precedentes, mientras que las comunidades rurales, dependientes de la agricultura, se quedaron atrás. Una gran parte de la población rural migró a las ciudades, superando las infraestructuras de muchas ciudades. Especialmente en aquellas zonas del mundo en vías de desarrollo, la urbanización repentina plantea enormes retos medioambientales.
Granjera en campos de arroz de Hoi An, Quang Nam, Vietnam
Para revertir esta tendencia, los gobiernos y la sociedad civil deberían fomentar la vida rural. Los granjeros jóvenes deberían recibir subsidios que les permita regresar al campo. Aunque para la mayoría de gobiernos resulta difícil oponerse a la lógica de los mercados competitivos, sesgados para favorecer a las grandes empresas agroindustriales, es evidente que una política alimentaria basada en todos —salvo los más poderosos— se conviertan en importadores de alimentos no es ni justo, ni efectivo ni sostenible. Ha llegado el momento de romper con las prácticas fallidas y de volver a dirigir la política agrícola hacia aquellos que producen la mayor parte de los alimentos del mundo: los pequeños granjeros.
Insto a todos los estados a mostrar un compromiso más significativo con el desarrollo de políticas sociales y económicas específicamente dirigidas a los pequeños agricultores y a las granjas familiares. Hago un llamamiento a los gobiernos para que hagan todo lo que esté en sus manos para asegurar la protección de los derechos de los pequeños agricultores y las granjas familiares que trabajan alrededor del planeta para erradicar el hambre y sostener los recursos naturales.