ιδ es ese otro territorio de Idonika. Tienden a solaparse, superponerse; a veces se confunden, otras se presentan en sus diferencias, pero ambos desembocan el uno en el otro, fuera del tiempo, empujados por nuestros encendidos deseos. Es nuestro juego infantil que persigue aquella revelación que solo pueda tener lugar en la búsqueda misma.
ιδ es nuestra Ítaca prometida; tal vez, el ejemplo más hermoso del genio de nuestra civilización: sólida sin pesadez, grande sin gigantismo, atada a la tierra pero con voluntad de vuelo. Es un gran pasto redondo pero abierto; donde atracan embarcaciones cargadas de visitantes que vuelven a casa. Su lengua no posee palabras como «extranjero» o «nativo», «huésped» o «anfitrión», porque todos los que aquí arriban son, al tiempo, habitantes y forasteros. Aquí no hay fronteras entre el mar y el campo, entre el campo y la urbe, porque todo es lo mismo, no existe lo uno sin lo otro. Entre sus oficios no hay rastro del cartógrafo, pues todo empieza aquí y aquí termina y aquí empieza; no se necesitan mapas, basta con mirar: a lo lejos se divisa un faro que luce claro y guía el viaje.
ιδ proyecta nuevas ciudades a diario; incentiva el nacimiento de comunidades; da voz a todas las perspectivas y palabra a sus pensamientos; propone nuevos sistemas; se equivoca, acierta, y vuelve a equivocarse para volver a acertar. Aquí todo es posible… Sí, ιδ es nuestra Ítaca, el corazón de Idonika.