Abro la ventana, un viento con sabor a sal acaricia mi cara. Salgo de la casa acompañada por el crujir de la arena en mis pies y el vaivén de las hojas de la palmera del jardín.
Los grandes eventos son no solo una excusa para celebrar sino una de las más efectivas plataformas desde la que dar a conocer, no ya a un artista o colectivo, sino a un territorio.
En la carrera por ser una gran metrópolis de su tiempo, tan solo un obstáculo puede hacer retroceder a una ciudad hasta el punto de salida: olvidarse de aquello que la diferencia.